miércoles, 11 de junio de 2014

Audrey

Una vez me escribieron una carta, la única carta que me han escrito sobre sentimientos.
Una carta con contraseña, y una contraseña que me pegaba demasiado.
Era perfecta, tenía todos sus puntos y sus comas, todas sus tildes en su sitio, todos los sentimientos sobre el papel. Todo era perfecto, excepto él.

Y lo peor de aquella carta era no sentir nada, era ver que le estaba haciendo el mismo daño que me habían hecho anteriormente a mí. Y que no podía evitar sentirme la peor persona del mundo por no poder sentir lo mismo.
Lo peor es que no puedo leerla más, que me entran arcadas con cada palabra. Mientras él escribía yo lo tenía de reserva, para un "bueno, si no hay nada mejor..."

A veces me miro en el espejo y no me reconozco. Me veo más fuerte y más hija de puta, aquí sobrevive el más fuerte. Me parezco egoísta pero me niego rotundamente a dejar que nadie vuelva a clavarme la estaca, y pasarme llorando, lo que a mí me parecían, siglos enteros.

Y algo bueno he sacado de todo esto, no querer a nadie me está salvando el culo de gilipolleces. No confiar en nadie me está haciendo quererme más, y estar sola me ayuda a no cometer esa estupidez nunca más.

Y así es como funcionan las cosas, nunca queremos estar con quien nos trata bien.
Y si es mi caso, no queremos estar con nadie, nunca más.



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